“Todos los días del afligido son malos; más el corazón contrito tiene un banquete continuo” (Proverbios 15:15)
Si usted ha cerca de una persona negativa sabe lo desgastante que es. No importa cuál es la circunstancia en la que se encuentra, esta persona siempre encuentra algo de que quejarse. Sus comentarios están repletos de lamentos, críticas y sus declaraciones son deprimentes con respecto al . Uno se siente tentado a huir de tal persona, porque su actitud lentamente va apagando toda manifestación de alegría y esperanza en los demás.
Es importante que tengamos en cuenta cuál es la esencia del error de esta clase de personas, porque la semilla de esta actitud yace en cada uno de nuestros corazones. Esto no tiene que sorprendernos, pues estamos sumergidos en un que nos bombardea con la creencia que la verdadera felicidad depende de lo que está a nuestro alrededor: la abundancia de nuestras pertenencias, lo grande de nuestro sueldo, lo agradable de nuestras circunstancias y lo extenso de nuestra lista de amigos.
El autor de Proverbios, el sabio Salomón inspirado por Dios, nos está enseñando que la alegría de vivir no tiene nada que ver con lo que tenemos, ni tampoco con lo que está pasando a nuestro alrededor. La posibilidad de ver la vida con alegría y gratitud, viene de una realidad que se ha instalado en lo profundo de nuestro corazón. Por esta razón, el de corazón contento siempre encuentra motivos celebrar, aún en medio de las circunstancias mas adversas. El afligido, en cambio, puede encontrarse rodeado de una realidad envidiable, de un ambiente agradable y siempre vive quejándose y lamentándose de sus problemas.
¿Cómo tener una actitud positiva? Estamos hablando aquí de una a la celebración constante y vivir siempre contentos. Esta actitud no puede tener otro origen que la seguridad de que Dios está presente siempre, orando en cada circunstancia y procurando lo mejor para nuestras vidas. La persona de corazón contento ve la bondad de Dios en todos lados, y esto lo motiva a ofrecer continuas expresiones de gratitud y gozo. No pierde oportunidad para hacer partícipes a los demás de la fiesta que vive con el Señor. Es decir, contento porque se siente bendecido.
¿Será entonces, que necesitamos sentirnos bendecidos para vivir contentos continuamente?
¡De ninguna manera!, pues los cristianos ya hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo Jesús (Efesios 1:3). Aunque usted no lo sienta, la bendición ya ha sido derramada en abundancia. Lo que necesitamos, más bien, es recuperar una perspectiva celestial de la vida. Esto sólo será posible si hacemos del contentamiento una que contrarreste el de queja y crítica tan prevaleciente en nuestros tiempos.
El apóstol San Pablo, aprendió a través de su vida espiritual y su comunión con Cristo, que la vida se disfruta no dependiendo de las cosas externas que le rodean a uno. Para el apóstol, la verdadera felicidad depende totalmente de lo que uno tiene en su corazón, él lo expresó de la siguiente manera: “…He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación” (Filipenses 4:11) ¿Cómo lo logró? Él mismo nos da la respuesta: “Todo lo puedo en Cristo que nos fortalece” (Filipenses 4:13)
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